quinta-feira, 18 de maio de 2017

EXPERIENCIAS DE AMÉRICA LATINA EN LA LUCHA ELECTORAL

Manual 1
EXPERIENCIAS DE AMÉRICA LATINA EN LA LUCHA ELECTORAL

PRESENTACIÓN

Nuestro objetivo es conocer un poco más la experiencia de los países de América Latina y el Caribe en donde los partidos de izquierda lograron conquistar la presidencia de la República a través del voto popular.

Se puede decir que las victorias de los proyectos de izquierda en la región comenzaron en 1998, con la elección del comandante Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela. Antes de eso, los triunfos fueron pocos; el caso más conocido es el del presidente Salvador Allende, quien gobernó Chile entre 1970 y 1973, y fue derrocado por un golpe militar.

Las experiencias anteriores a 1998, aunque también sean de interés y tengan mucho que enseñarnos, ocurrieron en una época histórica completamente diferente a la actual. Por esta razón, decidimos tratar en el presente texto algunas enseñanzas de las experiencias más recientes, que se dan en un escenario internacional y regional más cercano a la actualidad.

En este primer manual, hablaremos de los casos de Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Ecuador y Paraguay. En el siguiente manual nos referiremos a los otros casos.


NEOLIBERALISMO

Hasta el final de los años 90, casi todos los países de América Latina y el Caribe eran gobernados por neoliberales, la gran excepción era la República de Cuba.

Los neoliberales defendían los principios del Consenso de Washington: un conjunto de directrices que sometían la economía de la región a los intereses del capital transnacional y financiero de los Estados Unidos (EEUU) y de sus socios en Europa y Japón.


En el ámbito económico, el neoliberalismo reducía el valor real del salario de los trabajadores y el precio de venta de lo que era producido por los campesinos y pequeños propietarios urbanos, además de ampliar la presencia del capital transnacional y del capital financiero en las economías nacionales.
El neoliberalismo implicaba, además, la destrucción de la industria nacional y la privatización del control de las empresas estatales y las riquezas nacionales, generalmente en favor de capitales extranjeros.

En el ámbito social, el neoliberalismo daba como resultado el crecimiento de la desigualdad. En muchos países, ese proceso era disfrazado por la ampliación de acceso a los bienes de consumo masivo. Fenómeno observado, por ejemplo, en los barrios populares, en donde las viviendas son precarias, sin pavimento ni saneamiento, pero los residentes a veces poseen televisores y carros último modelo comprados a crédito.

En el ámbito político, el neoliberalismo “modernizó” una característica antigua en América Latina: el carácter limitado de la democracia en nuestra región. Desde el siglo XIX, las clases dominantes adoptaron a Francia, Inglaterra y los EEUU como sus referencias teóricas sobre lo que es la democracia, pero en la práctica sucedía algo diferente.

Durante gran parte de los siglos XIX y XX, América Latina vivió bajo gobiernos antidemocráticos, esto es muy evidente en el caso de las sociedades basadas en la esclavitud, así como en los gobiernos monárquicos o en aquellos que fueron resultado de la ocupación extranjera.

Sin embargo, la democracia también era muy limitada en los demás casos, es decir, en la mayoría de los gobiernos republicanos de la región. Una prueba de esto es que la mayoría de la población era excluida del derecho a votar y ser votado.

DEMOCRACIA

¿Cómo conciliaban las élites este hecho con sus referencias teóricas? –Simple: decían que la gran mayoría del pueblo no estaba preparado para ejercer la democracia. Es decir, adoptaban una actitud racista frente a su propio pueblo, similar a la actitud que los imperialistas adoptaban frente a los pueblos esclavizados y colonizados.

Esto ayuda a entender los motivos por los cuales en América Latina y el Caribe las clases dominantes no aceptan y se resisten brutalmente a la adopción de mecanismos de democracia directa, participativa y control social de parte de la ciudadanía.

Las clases dominantes consideran que el Estado es su propiedad privada, y de la misma forma como un empresario no acepta que los trabajadores decidan sobre “su” empresa, las clases dominantes no aceptan que el pueblo decida sobre “su” Estado.

No es fácil defender públicamente esta actitud antidemocrática. Después de la Revolución Francesa (1789) y aún después de la Revolución Rusa (1917), lo mínimo que se exige de cualquier gobierno es que haya sido elegido por el pueblo. Es decir, lo mínimo que se exige es que el gobierno esté basado, por lo menos, en una democracia representativa.

En otras palabras: después de las revoluciones burguesas y principalmente después de que comenzaran las revoluciones socialistas, predomina la idea de que un gobierno solo es legítimo si es producto de elecciones libres y periódicas. Por esta razón, hasta los mismos dictadores tratan de mantener las apariencias.

Sin embargo, para que las elecciones sean libres, es necesario:

a) Respetar un conjunto de reglas, entre las cuales están el derecho a votar y ser votado, la realización periódica de elecciones, acatar el resultado de las urnas;

b) Garantizar un conjunto de derechos políticos y civiles, entre los cuales están la libertad de organización, expresión e información.

Por lo tanto, no debería ser considerado democrático un país que niega el derecho al voto a una parte significativa de la población.

Durante el régimen del apartheid, África del Sur excluía a los negros de su padrón electoral, así como de otros derechos civiles. Esto significaba que apenas 1/3 de los habitantes tenían derecho al voto.

En Suiza, hasta 1971, el voto era una actividad restringida para la mitad de la población, ya que las mujeres no podían votar en ninguno de los cantones.

En los EEUU, sólo hasta el año 1965, el voto comenzó a ser universal, incluyendo a toda la población negra del país.

Cuando nos fijamos en América Latina y el Caribe a lo largo del siglo XX, vemos que en un gran número de países no se respetaron las condiciones mínimas sin las cuales no se puede hablar de democracia.

El mayor ejemplo de eso son los golpes y dictaduras militares que sucedieron en parte de la región a partir de 1964. Incluso en los países no afectados por dictaduras militares, muchas veces había dictaduras oligárquicas.

Es decir, mientras las reglas del juego favorecían a uno de los dos lados, los derechos del otro lado eran limitados. La oposición tenía prohibido participar en las elecciones, era reprimida, sus líderes estaban presos; sus ideas, censuradas; sus reuniones, restringidas, y sus votos eran manipulados o falsificados.
En muchos países, esas prácticas antidemocráticas eran adoptadas en nombre del combate al comunismo. Por esta razón, con el fin de la Unión Soviética (1991), mucha gente creía que América Latina y el Caribe podían experimentar la “democracia avanzada” que supuestamente existía en los EEUU, Francia, e Inglaterra.

Pero lo que sucedió fue algo diferente, algo que sorprendió a las personas de buena voluntad, que imaginaban que el fin del socialismo soviético abriría paso a un período de menos tensiones, más paz y democracia.

La primera sorpresa sucedió exactamente en los EEUU, Francia e Inglaterra, en donde comenzaron a llegar denuncias cada vez más atemorizantes sobre la destrucción de la democracia.

No importaba quién venciese en las elecciones, el gobierno realmente estaba en mano de las grandes corporaciones económicas, y se desalentaba a la población a participar.

La segunda sorpresa ocurrió en América Latina y el Caribe: después de que las dictaduras militares fueran derrotadas, más y más países empezaron a vivir largos períodos en los que los gobiernos eran elegidos en elecciones periódicas. Pero la libertad de esas elecciones comenzó a ser más amenazada y sustituida por el control del poder económico y de los medios de comunicación.

La tercera sorpresa ocurrió en Venezuela y, después, en otros países de la región: todas las veces en las que una elección daba como resultado la victoria de un presidente contrario al neoliberalismo, las clases dominantes señalaban que las elecciones no habían sido verdaderamente libres y cuestionaban la legitimidad democrática del nuevo presidente.

La moraleja de la historia es: las clases dominantes tienen miedo de la democracia, las élites hablan de democracia, pero practican la oligarquía.

Aceptan con mala voluntad hasta la misma democracia estrictamente electoral. Hacen todo para impedir que esta democracia electoral resulte en la elección de gobernantes comprometidos con los intereses de la mayoría del pueblo. Y cuando esto ocurre, atacan a los gobernantes populares, haciendo uso de todo tipo de expedientes, inclusive acusando a los gobernantes populares de no ser realmente democráticos.

LA IZQUIERDA Y LA DEMOCRACIA

Lo que torna a la democracia más o menos real, profunda, radical, democrática, es la fuerza de la clase obrera y los sectores populares. Cuando esa fuerza disminuye, las clases dominantes tratan a la democracia como a una mercancía, objeto de compra y venta.

¿Y nosotros? ¿Y la clase obrera? ¿Y los sectores populares? –Nosotros no tenemos miedo de la democracia.

Queremos democracias cada vez más democráticas. No solo democracias electorales, donde el ciudadano vota y se va a su casa, volviendo cuatro años después para votar de nuevo.

Queremos que el mayor número posible de personas tome parte de las decisiones. No solo votando en las elecciones, sino teniendo condiciones de presentar sus candidaturas, compitiendo en condiciones de igualdad y destituyendo a los elegidos si estos no respetan el mandato que recibieron de los electores.

Queremos, más allá de la democracia electoral, democracia participativa, democracia directa, democracia en las empresas, las escuelas, las casas, las discusiones presupuestarias y las decisiones sobre políticas de salud, educación, comunicación, energía y transporte, entre otras.

Es con este espíritu que debemos estudiar las experiencias electorales de algunos países de América Latina y el Caribe: aprender cómo ganar y cómo mantener la confianza, el apoyo y el voto de la mayoría del pueblo para nuestras propuestas.

LA EXPERIENCIA VENEZOLANA

Después del fin de la dictadura militar liderada por el general Marcos Pérez Jiménez (1958), Venezuela se destacó por ser el único país de América del Sur en el que no había interrupción formal del proceso democrático. No obstante, en un contexto de Guerra Fría, esta supuesta estabilidad se dio a través del Pacto de Punto Fijo.

Este pacto fue un acuerdo político firmado, en octubre de 1958, entre tres grandes partidos conservadores venezolanos: Acción Democrática (AD), Unión Republicana Democrática (URD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI).

El eje central del pacto determinaba que el resultado de las elecciones sería obligatoriamente aceptado por sus firmantes. Al mismo tiempo, excluía al Partido Comunista de Venezuela (PCV) del proceso electoral.

Esto significaba que, aunque Venezuela fuese considerada una democracia, parte de la izquierda y parte de la población estaban excluidas de una forma de participación política: las elecciones.

El resultado del Pacto de Punto Fijo fue un bipartidismo, en el cual COPEI y AD se alternaban en el poder.

El panorama político comenzó a cambiar a partir de 1983, cuando el país enfrentó una crisis económica caracterizada por altos índices de inflación y la desvalorización de la moneda, causada por la caída del precio del petróleo a nivel internacional al inicio de aquella década.

Esta situación perduró hasta 1988, cuando Carlos Andrés Pérez fue electo presidente. Bajo la promesa de mejorar la economía, Carlos Andrés Pérez sometió a Venezuela a un programa de ajustes macroeconómicos promovidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El gobierno tomó medidas como aumentar el precio de la gasolina al 100% y el precio de las tarifas de transporte público al 30%.

El descontento provocó protestas masivas en las calles de Caracas y en las ciudades de La Guaira, Maracay, Valencia, Barquisimeto, Mérida y Ciudad Guayana.

La policía y el ejército fueron convocados para contener las manifestaciones. El enfrentamiento entre la población y las fuerzas de seguridad, episodio conocido como El Caracazo, dejó un número de muertos que varía entre 276 –según el gobierno de Carlos Andrés Pérez- y 3000.

El efecto inmediato del Caracazo fue un desgaste político de aquel gobierno y de los  partidos que conformaron el Pacto de Punto Fijo, dando lugar a la aparición de una tercera fuerza política-partidaria, liderada por Hugo Chávez.

En 1992, Chávez –en esa época teniente coronel- al mando de unos 300 soldados, trató de derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez. El intento falló y fue encarcelado por dos años.

El fracaso de 1992, paradójicamente, resultó garantizarle más espacio en el debate político. En 1997, Hugo Chávez dirigió la fundación de un partido llamado Movimiento Quinta República (Movimiento V República, MVR).

En 1998, en las primeras elecciones en las que participó el Movimiento Quinta República, se eligió a Chávez para la presidencia de Venezuela, poniendo fin al Pacto de Punto Fijo.

El 2 de febrero de 1999, Chávez tomó posesión y comenzó a cumplir una de las promesas hechas durante su campaña, la de convocar una Asamblea Constituyente con el objetivo de redactar una nueva Constitución.

Lo que se proponía era la transformación del orden jurídico nacional venezolano que, después de dos plebiscitos, pasó de “Estado Liberal” a “Estado Social de Derecho y Justicia”.

La justificación, según consta en el preámbulo de la Constitución, es la creación de un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento efectivo de “una democracia social y participativa”.

“Ya no es solamente el Estado que debe ser democrático, la sociedad también debe serlo. Siendo democrática la sociedad, todos los elementos que la integran deben estar marcados por los principios democráticos”, consta en el texto constitucional.

Para llevar a cabo esa propuesta, fue creada una estructura política descentralizada por medio de la autonomía municipal y de mecanismos de participación, tales como la realización de referéndums y la elaboración de propuestas de políticas públicas.

La elaboración de propuestas de políticas públicas es considerada uno de los pilares del modelo propuesto, siendo llevado a cabo bajo el amparo de un "cuarto poder", creado dentro del Estado: el Poder Ciudadano.

Integran el "Poder Ciudadano": La Contraloría General de la República, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General de la República, denominado Consejo Moral Republicano, con poderes para fiscalizar el funcionamiento del sector público.

En 2007, Chávez presentó una propuesta para modificar la Constitución con el fin de transformar el Estado venezolano en "Estado socialista". La idea era implementar el "Socialismo del Siglo XXI", citado por Chávez en enero de 2005 durante el Foro Social Mundial de Porto Alegre.

La mayoría de los electores no apoyó la enmienda propuesta. Un punto de interés: el voto de la oposición de derecha seguía siendo del mismo tamaño. Sucedió que una parte del electorado chavista no fue a votar y esta abstención impidió que la reforma constitucional fuese aprobada.

Además de crear el "Poder Ciudadano", la Constitución venezolana creó el "Poder Electoral", con el fin de garantizar el derecho del voto libre y secreto -no obligatorio- a los venezolanos mayores de 18 años de edad y también a los extranjeros mayores de 18 años que residan en el país desde hace más de una década. El Poder Electoral y el Poder Ciudadano son independientes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Desde 1998 hasta 2015, los partidarios de Chávez ganaron todas las elecciones nacionales, a excepción de la reforma constitucional mencionada anteriormente y la elección a la Asamblea Nacional que tuvo lugar en diciembre de 2015.



Año Tipo de elección
1998 Presidenciales y parlamentarias
1999 Referéndum Consultivo Constitución Nacional
1999 Referéndum Aprobatorio Constitución Nacional
2000 Referéndum Sindical
2000 Presidenciales y parlamentarias
2004 Referéndum revocatorio
2005 Parlamentarias
2006 Presidenciales
2007* Referéndum sobre la reforma constitucional
2009 Referéndum  sobre la enmienda constitucional
2010 Parlamentarias
2012 Presidenciales
2013 Presidenciales
2015* Parlamentarias

En 2016, la mayor parte de las encuestas reflejaba que la oposición tendría una mayoría en el electorado. Por otra parte, la oposición controla la Asamblea Nacional y ha hecho varios intentos para derrocar al presidente Nicolás Maduro, indicado por Chávez para continuar en el mando.

Hay varias causas que explican la pérdida del apoyo electoral del chavismo a partir del año 2013. Citaremos algunas de estas:

* La ausencia del liderazgo personal de Hugo Chávez.
* Una mayor eficacia de los ataques de la oposición y sus aliados internacionales, empezando por los EEUU.
* El agravamiento de la crisis internacional, en particular la caída de los precios del petróleo, principal fuente de divisas en Venezuela.
* La creciente crisis económica, que es, sin duda, la principal causa de la pérdida de apoyo del gobierno de Nicolás Maduro.
* Los errores cometidos por los chavistas, algunos de ellos relacionados con el largo período de gobierno, lo que produce algo que los expertos llaman "fatiga de material".

Sin embargo, hasta el momento en el que escribimos este texto, la oposición de derecha no ha logrado sus propósitos: derrocar al presidente Maduro y tomar el gobierno.

La gran pregunta que debemos hacernos es: ¿por qué motivos, a pesar de la pérdida del apoyo popular, la derecha no ha tenido éxito hasta el momento?

Algunas de las respuestas que podemos mencionar son:

* La desunión de la oposición y la ausencia de un líder único;
* El hecho de que la oposición no tiene un programa alternativo para ganar la confianza de la mayoría del pueblo venezolano;
* La memoria que las personas tienen sobre los logros del chavismo;
* El apoyo de las fuerzas armadas y el poder judicial;
* La capacidad de movilización del PSUV y de sus aliados.

La situación en Venezuela no es fácil. Incluso por esta razón, es una experiencia que debe ser estudiada con mucha atención.

LA EXPERIENCIA BOLIVIANA

A diferencia de Venezuela, con su estabilidad electoral y ausencia de gobiernos militares, Bolivia se caracterizó por largos períodos de autoritarismo e inestabilidad.

La siguiente tabla confirma esto: entre 2001 y 2006, Bolivia tuvo cuatro presidentes. Fue a partir de 2006, con la llegada de Evo Morales (candidato por el Movimiento al Socialismo - MAS) a la presidencia, que Bolivia experimenta un largo período de expansión de la democracia, desarrollo económico y estabilidad política.

Mandato Presidentes de Bolivia
1993-1997 Gonzalo Sánchez de Lozada
1997-2001 Hugo Banzer Suárez
2001-2002 Jorge Quiroga Ramírez
2002-2003 Gonzalo Sánchez de Lozada
2003-2005 Carlos Mesa
2005-2006 Eduardo Rodríguez Veltzé
Desde 2006 Evo Morales

En febrero de 2009, después de la aprobación de más del 61% de los votos en un referéndum popular, fue promulgada una nueva Constitución que declara a Bolivia como un Estado Social de Derecho Plurinacional y Comunitario, apoyada en la incorporación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones estatales, nacionalización los recursos naturales y una reforma agraria viable.

El texto constitucional garantiza derechos específicos de jurisdicción a las poblaciones de origen indígena y campesino. El objetivo es que estos grupos tengan un mayor control de las regiones bajo su jurisdicción, a través de sus propias autoridades, casi independientes de las instituciones públicas o privadas tradicionales.

Establece, por ejemplo, una cierta equivalencia entre la justicia tradicional indígena y la justicia ordinaria del país. Es decir, cada comunidad indígena debe tener su propia institución, con validez de un tribunal, compuesto por jueces elegidos por los miembros de esa comunidad. Las decisiones de esos tribunales no pueden ser revisadas por la justicia común. Al mismo tiempo, en las elecciones, los representantes de los pueblos indígenas pueden ser elegidos a partir de las reglas electorales de sus comunidades.

La nueva Constitución prevé la división en cuatro niveles de autonomía: departamental, regional, municipal e indígena. Por el proyecto, cada una de estas regiones puede promover la elección directa de sus gobernantes y administrar sus recursos económicos.

En Bolivia, por ejemplo, el poder judicial también está sujeto al escrutinio electoral.

Una característica de la experiencia boliviana es el destacado liderazgo de Evo Morales. Situación similar a la de otros países, entre ellos Venezuela, que por esta razón introdujo en su Constitución la posibilidad de reelección indefinida del presidente de la República.

Se trata de un tema polémico. Para los sectores de la derecha, la elección indefinida sería una dictadura disfrazada. Los que dicen esto se apoyan en el ejemplo de los EEUU (que permite una sola reelección, después prohíbe a un presidente que compita nuevamente por el cargo) y en el ejemplo mexicano (que impide la reelección y no permite que un presidente pueda competir de nuevo). Para los sectores de la izquierda, Europa está llena de casos en los que los primeros ministros son reelectos por largos períodos sin que nadie hable de dictadura.

El problema práctico es el siguiente: el sistema electoral presidencial refuerza en gran medida la importancia de la figura personal del presidente. No es imposible ganar con otros nombres: esto ocurrió en Uruguay, con Mujica sucediendo a Tabaré y Tabaré sucediendo a Mujica; en Brasil, con Dilma sucediendo a Lula y también en Argentina, con Cristina Kirchner sucediendo a Néstor Kirchner. Pero, aunque no sea imposible, es muy difícil para la izquierda crear y disponer de varios “liderazgos presidenciales”.

Teniendo el conocimiento sobre esto, el gobierno boliviano consultó a la población en 2016 sobre si Evo Morales podría postularse para otro mandato presidencial. El resultado fue negativo por una mínima mayoría de votos.

El Movimiento al Socialismo de Bolivia, partido de Evo Morales, está buscando la forma de presentar nuevamente el tema para que Evo Morales pueda ser candidato una vez más.

LA EXPERIENCIA ECUATORIANA

Como en Bolivia y en Venezuela, la victoria de la izquierda en las elecciones presidenciales de Ecuador fue precedida por una gran inestabilidad económica, social y política, con gran desprestigio de los partidos políticos.

Fue en este ambiente que Rafael Correa, un profesor y economista, de formación católica y que había tenido una rápido paso ministerial, se lanzó como candidato a la presidencia de Ecuador, por un partido recién creado llamado Alianza País, resultando ganador en noviembre de 2006.

Durante la campaña electoral, Rafael Correa denunció la partidocracia que se había apoderado del país, defendió la realización de una "Revolución Ciudadana" y la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.

Como parte de la estrategia de convocar la Constituyente, Alianza País no lanzó candidatos a la Asamblea Nacional. Electo presidente, Rafael Correa convocó la  Constituyente, que fue promulgada en 2008. En seguida, fueron realizadas nuevas elecciones, nuevamente ganadas por Rafael Correa y por Alianza País.

Correa fue reelecto nuevamente en febrero de 2013. Su gobierno tiene una mayoría en la Asamblea Nacional, como se muestra en la tabla siguiente:

Composición de la Asamblea Nacional de Ecuador
Bancada Partido/Movimiento Posición
100 Alianza País Oficialismo
11 CREO Oposición conservadora
6 PSC (Partido Social Cristiano) Oposición conservadora
5 Partido Sociedad Patriótica 21 de Enero (PSP) Oposición de izquierda que puede apoyar al gobierno
5 Movimiento de Unidad
Plurinacional Pachakutik
(MUPP) Oposición de izquierda que puede apoyar al gobierno
5 Avanza Oposición de izquierda que puede apoyar al gobierno
1 Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) Oposición conservadora
1 Sociedad Unida Más Acción (SUMA) Oposición conservadora
1 ARE (Acción Regional por la Equidad) Oficialismo
1 IDC (Integración Democrática del Carchi) Oposición conservadora
1 MPCG (Movimiento Peninsular Creyendo en Nuestra Gente) Oficialismo
137 Total

Los debates constitucionales fueron muy duros, causando inclusive divisiones en el propio partido presidencial. Un detalle importante es que Ecuador se define como un Estado multicultural y multiétnico, intentando superar la exclusión institucionalizada que afecta a los sectores indígenas de la sociedad ecuatoriana.

Con la Constitución actual, promulgada en 2008, el Estado ecuatoriano tuvo formalmente cinco Poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial, Transparencia y Control Social y Electoral.

Además, cuentan con Justicia indígena y la Justicia ordinaria.

Es un "Estado social de derecho, soberano, unitario", organizado "en forma de República", y "multicultural y multiétnico."

En Ecuador, como en Venezuela y en Bolivia, hubo procesos constituyentes. En Argentina y Brasil no los hubo. Esto ayuda a comprender la mayor o menor firmeza de los gobiernos de izquierda.

Otra semejanza entre Ecuador, Bolivia y Venezuela: la mayoría de las veces, estos gobiernos contaron (y siguen contando, en el caso de Ecuador y Bolivia) con mayoría parlamentaria.

Conquistar el gobierno, cambiar la constitución y alcanzar la mayoría parlamentaria es crucial para el éxito de los gobiernos de izquierda.

Escribimos este Manual a pocos días de la elección presidencial de Ecuador, donde Lenín Moreno es el candidato de Alianza País para suceder a Rafael Correa. El resultado lanzará más luz sobre los éxitos y las dificultades del proceso ecuatoriano.

LA EXPERIENCIA URUGUAYA

En Uruguay, la izquierda llega al poder por primera vez en las elecciones nacionales de 2004 con Tabaré Vázquez, el candidato del Frente Amplio.

El Frente fue creado en 1971, a partir de una amplia y compleja red de partidos políticos, con bases en el movimiento sindical, popular y estudiantil. Dos años más tarde, en 1973, en Uruguay inició una dictadura civil-militar, dirigida por Juan María Bordaberry, del Partido Colorado.

El período dictatorial estuvo marcado por graves violaciones a los derechos humanos, con torturas y desapariciones de muchos uruguayos, sobre todo aquellos identificados con organizaciones de izquierda.

La dictadura se vio obligada a convocar a elecciones en 1984, pero impidió la participación de los principales líderes políticos de la oposición: Wilson Ferreira Aldunarte, del Partido Nacional (también conocido como partido Blanco) y Líber Seregni, presidente del Frente Amplio y preso político durante prácticamente todo el periodo dictatorial.

Como consecuencia de esto, quien ganó las elecciones presidenciales de 1984 fue Julio María Sanguinetti, representante del Partido Colorado. Luis Alberto Lacalle, del Partido Nacional que en aquél entonces rivalizaba con Colorado en un sistema bipartidista informal que había durado un siglo y medio, ganó las elecciones en 1989.

Ese mismo año de 1989, el Frente Amplio obtuvo una victoria electoral importante. A pesar de las predicciones según las cuales la caída del muro de Berlín anunciaría el fin de todo tipo de socialismo y el fin de la propia izquierda, el Frente Amplio ganó las elecciones en la capital del país, Montevideo, teniendo como candidato a alcalde al médico Tabaré Vázquez.

En las siguientes elecciones presidenciales, en 1994, Tabaré Vázquez ganó prácticamente un tercio del electorado. Pero la victoria fue para el Partido Colorado, de nuevo con Julio María Sanguinetti.

El buen desempeño del Frente Amplio llevó a los partidos tradicionales, Colorado y Blanco, a proponer un cambio constitucional, estableciendo normas destinadas a perjudicar el desempeño del Frente Amplio en las siguientes elecciones presidenciales, en 1999.

Aprobado por un pequeño margen en el sufragio, el nuevo sistema electoral consiguió lo que quería: Tabaré Vázquez ganó la primera vuelta, con el 40% de los votos, pero perdió en la segunda, cuando contó con el apoyo del 45,9% de los electores. La elección presidencial fue ganada por el representante del partido Colorado, Jorge Batlle.

En 2004, en medio de la peor crisis económica de la historia reciente de Uruguay, junto con una crisis de legitimidad de los partidos políticos tradicionales, el Frente Amplio, finalmente, llegó a la presidencia.

La victoria de Tabaré Vázquez, en 2004, vino seguida por la de José Mujica, en 2009, y por el regreso del mismo Vázquez, en 2014.

El caso uruguayo es bastante diferente de los examinados hasta ahora, primero, debido a las características específicas de Uruguay; en segundo lugar, debido a las características y la trayectoria del Frente Amplio.

Uruguay enfrenta importantes limitaciones estructurales, debido al tamaño del país, la naturaleza de su economía y las características culturales y políticas de su población.

De todo esto se puede sacar una lección: es fundamental la elaboración de un programa con el cual se disputarán las elecciones, equilibrar correctamente los objetivos a largo plazo, con los objetivos que se consideran realmente posibles de lograr a corto y medio plazo.

El Frente Amplio es una organización político - electoral, en donde varios partidos, de diferentes orientaciones programáticas e ideológicas, conviven entre sí de forma armoniosa y conflictiva a la vez. El siguiente cuadro muestra los partidos que forman parte del Frente Amplio:

Composición del Frente Amplio – Uruguay
Movimiento de Participación Popular
Asamblea Uruguay
Partido Socialista
Partido Comunista
Alianza Progresista
Vertiente Revolucionario
Nuevo Espacio
Partido por la Victoria del Pueblo
Partido Obrero Revolucionario
Partido Socialista de los Trabajadores

Muchas personas se preguntan cómo puede funcionar un partido conformado por tantos partidos dentro de él. Uno de los motivos que hicieron esto posible es el sistema electoral uruguayo, que permite al elector votar al mismo tiempo por el Frente Amplio y también votar por cualquiera de los partidos que integran el Frente Amplio. Es decir: pertenecer y fortalecer al Frente Amplio no es contrario a pertenecer y fortalecer a cada uno de los partidos que integran el Frente Amplio.

Claramente esta “técnica” fue posible porque las organizaciones que forman parte del Frente Amplio tenían un importante acuerdo estratégico sobre la necesidad de realizar un largo proceso de acumulación de fuerzas, combinando acciones electorales, organización partidaria, actuación sindical y en otros movimientos sociales, así como librar una batalla en el campo de las ideas, la cultura y la visión del mundo.

De todo esto también se puede extraer una lección: la participación en las elecciones y el ejercicio de mandatos gubernamentales y parlamentarios no deben ser vistos como un fin en sí mismos, sino como parte de un proceso más amplio y largo.

En otras palabras, se trata de entender la lucha electoral y el ejercicio de los mandatos electivos como parte de la disputa y la conquista del poder.

LA EXPERIENCIA PARAGUAYA

Paraguay es un caso completamente distinto a los demás.

La izquierda paraguaya llegó al gobierno nacional en 2008, con la elección del obispo católico Fernando Lugo, poniendo fin a una hegemonía de 60 años del Partido Colorado, 35 de los cuales fueron bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, terminada en 1989.

En el año de 1989, la caída de Stroessner fue causada por las divisiones internas del régimen, formado por el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas, además de un ambiente internacional menos favorable a los regímenes dictatoriales.

La dictadura de Stroessner terminó, pero los colorados continuaron en el poder, primero por medio de un golpe de Estado perpetrado por el general Andrés Rodríguez Pedrotti, un ex aliado de Stroessner; seguido por medio de elecciones ganadas por el propio Pedrotti, ya que no había oponentes mínimamente preparados para disputar de manera competitiva las elecciones de 1989.

A partir de ese momento, las fuerzas de izquierda comenzaron un lento proceso de acumulación de fuerzas, adoptando diferentes estrategias políticas. Este proceso incluyó la victoria, en las elecciones municipales de 1999 en Asunción (capital paraguayana), de una organización llamada Asunción para Todos (APT).

Esta victoria coincidió con una grave crisis política, en la que el presidente de Paraguay electo en 1998, Raúl Cubas Grau, fue acusado por el asesinato - ocurrido en marzo de 1999 - de Luis María Argaña, vicepresidente de Paraguay. Cubas renunció cinco días después y se exilió en Brasil. Después de un acuerdo político, el representante del partido Colorado Luis Ángel González Macchi asumió la presidencia.

Este episodio revela algo muy común en América Latina y el Caribe: los vínculos entre la violencia social, la violencia política y la violencia estrictamente delictiva.

En Paraguay, el siglo XXI se inicia en medio de una inestabilidad política y del avance de los sectores progresistas y de izquierda que se oponían al Partido Colorado. Es en este contexto en el que se destaca la figura de Fernando Lugo, que entre 1994 y 2004 había sido obispo de San Pedro, una de las áreas más pobres del país, en la cual el movimiento de los trabajadores rurales era uno de los más organizados.

Lugo estableció relaciones con las organizaciones rurales, los partidos de izquierda y las comunidades eclesiales de base, y también acompañó la toma de tierras y huelgas por parte de los trabajadores. También fue uno de los líderes de la campaña de recolección de firmas contra el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

En 2008, Lugo lideró una amplia coalición para disputar las elecciones presidenciales, teniendo en la  vicepresidencia a un dirigente del Partido Liberal, de tendencias abiertamente conservadoras. La candidatura de Lugo también recibió el apoyo de organizaciones socialdemócratas y clasistas, uniendo diversos sectores de la izquierda, que posteriormente se reunirían para formar el Frente Guazú.

A pesar de ganar la presidencia, Lugo gobernó bajo la presión de una oposición mayoritaria en el Congreso, que varias veces intentó sacarlo de la presidencia, hasta que lo destituyeron en junio de 2012, bajo el pretexto de "mal desempeño de sus funciones".

El caso paraguayo ilustra que las victorias electorales de las fuerzas progresistas y de izquierda son el resultado de una combinación, generalmente imperfecta, entre la acumulación de fuerzas de un lado (el popular) y la crisis del otro lado (el oligárquico).

Pudiendo ocurrir, como en el caso de Lugo, que una profunda crisis de las oligarquías gobernantes facilite la llegada de la oposición al gobierno, sin que esta oposición tenga acumuladas fuerzas suficientes para llevar a cabo un gobierno estable.

Esta debilidad fue uno de los argumentos utilizados para justificar la alianza de Lugo con el Partido Liberal. Por otro lado, la presencia de un liberal en la vicepresidencia facilitó el golpe. De hecho, el vicepresidente de Lugo no solo apoyó el golpe de Estado sino que asumió la presidencia de Paraguay tras el impedimento.

En este sentido, es muy importante buscar un crecimiento armónico de las fuerzas de izquierda, que se exprese, por ejemplo, en la distribución equilibrada de militantes que actúan en la organización partidaria, en la preparación de los procesos electorales, en los mandatos parlamentarios y gubernamentales electos, al igual que en los movimientos sociales.

LA EXPERIENCIA BRASILEÑA

Hay otras experiencias electorales importantes en América Latina y el Caribe, como es el caso de las antiguas organizaciones guerrilleras que llegaron (o volvieron) al gobierno por vía electoral en El Salvador y Nicaragua (véase el Manual 2).

Otras experiencias tienen antecedentes en los gobiernos populares existentes durante la Guerra Fría. Este es el caso de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, cuya comprensión requiere el estudio de la tradición Peronista en Argentina. En el siguiente cuadro, están los períodos de gobierno de Juan Domingo Perón:

Mandatos de Juan Domingo Perón
4 de junio de 1946 – 4 de junio de 1952
4 de junio de 1952 – 21 de septiembre de 1955
12 de octubre de 1973 – 1 de julio de 1974

Es el caso, también, de los gobiernos de la Concertación en Chile, cuyo estudio requiere entender las diferentes interpretaciones sobre lo que ocurrió durante el gobierno de la Unidad Popular de 1970 a 1973 y lo que ocurrió durante la dictadura militar encabezada por Pinochet. El siguiente cuadro muestra cuáles fueron los gobiernos de la Concertación que vinieron después de Pinochet:


Gobiernos Chilenos Período
Salvador Allende 1970-1973
Augusto Pinochet 1973-1990
Patricio Aylwin 1990-1994
Eduardo Frei Ruiz-Tagle 1994-2000
Ricardo Lagos 2000-2006
Michelle Bachelet 2006-2010
Sebastián Piñera 2010-2016
Michelle Bachelet Desde 2016

Por último, está la experiencia de Brasil, que inició con la elección de Luiz Inácio Lula da Silva, en 2002; y que terminó con el golpe parlamentario-judicial en contra de la presidenta Dilma Rousseff, ocurrido el 31 de agosto de 2016.

Brasil vivió bajo la dictadura militar entre 1964 y 1985. En 1985 fue electo un presidente civil, pero la elección fue dada por un colegio electoral compuesto por parlamentarios. Fue hasta 1989 que se produjeron elecciones directas para presidente de la República: por primera vez, los electores en condiciones para votar incluyendo a todos los adultos mayores de 18 años, incluso los analfabetos. Para la mayoría de los brasileños y brasileñas fue la primera vez que votaron directamente para la presidencia de la República, algo que ocurrió por última vez en 1960.

La primera vuelta fue disputada por 22 candidatos, cinco de los cuales estaban a favor de la izquierda. Entre ellos, Luiz Inácio Lula da Silva, que se disputó la segunda vuelta con el candidato Fernando Collor de Mello, apoyado por los defensores de la dictadura y por el conservadurismo político y económico.

Lula perdió por un estrecho margen las elecciones presidenciales de 1989. Volvió a lanzarse a las elecciones presidenciales en 1994 y 1998. En 2002, finalmente fue elegido presidente de Brasil. El siguiente cuadro muestra la votación obtenida por Lula en cada una de las elecciones presidenciales disputadas desde 1989.

En el caso de 1989, los datos son de la segunda vuelta. En el caso de 1994 y 1998, los datos son de la primera vuelta (no hubo segunda vuelta). En los casos de 2002 y 2006, los datos son de la segunda vuelta.


Año Candidato Partido Votos %
1989 Fernando Collor PRN 35.089.998 53.03%
Luiz Inácio Lula da Silva PT 31.076.364 46,97%
1994 Fernando Henrique Cardoso PSDB 34 350 217 54,28%
Luiz Inácio Lula da Silva PT 17 112 255 27,04%
1998 Fernando Henrique Cardoso PSDB 35.936.540 53,06%
Luiz Inácio Lula da Silva PT 21.475.218 31,71%
2002 Luiz Inácio Lula da Silva PT 52.793.364 61,27%
José Serra PSDB 33.370.739 38,73%
2006 Luiz Inácio Lula da Silva PT 58.295.042 60,83%
Geraldo Alckmin PSDB 37.543.178 39,16%

Lula era originalmente un líder sindical metalúrgico, quien en 1980 encabezó la creación del Partido de los Trabajadores. A lo largo de los años 80, el Partido de los Trabajadores se convirtió en el principal partido de la izquierda en Brasil, protagonizando la lucha contra la dictadura militar (hasta 1985), contra la transición conservadora (hasta 1989) y contra el neoliberalismo (hasta 2002).

Al mismo tiempo, el PT estuvo envuelto directamente en la creación de la Central Única de los Trabajadores (CUT) y del Movimiento Sin Tierra (MST), entidades que, junto con la Unión Nacional de Estudiantes, integran la lista de las organizaciones populares brasileñas más importantes del país.

Desde 1982, el Partido de los Trabajadores ha acumulado una importante experiencia en la gestión de ciudades (alcaldías) y de gobiernos estatales (provincias). Esta experiencia forjó a miles de dirigentes y contribuyó al éxito de importantes políticas que fueron adoptadas a partir de 2003, cuando Lula asumió el cargo.

Durante este proceso de acumulación, se hicieron alianzas de dos tipos: con partidos de izquierda (como el Partido Comunista de Brasil) y con partidos de centro y centro-derecha (como el PMDB del actual presidente golpista de Brasil, Michel Temer). No hay consenso, en la izquierda brasileña, sobre el tema de las alianzas. Hay quienes piensan que se debía haber hecho alianzas solamente con la izquierda; hay quienes piensan que sin alianzas con el centro-derecha no se habrían logrado victorias; hay quienes piensan que las alianzas más amplias eran necesarias, pero hubo una exageración de alianzas sin criterios que fortalecieron a los enemigos.

Lula fue reelecto presidente en 2006, contribuyó a la elección de Dilma Rousseff en 2010, que fue también reelegida en 2014. Sin embargo, el 31 de agosto de 2016 un golpe jurídico-parlamentario sacó a Dilma de la presidencia y hoy intenta condenar, inhabilitar e incluso encarcelar a el ex presidente Lula.

La experiencia de las elecciones presidenciales ganadas por Lula y Dilma, la experiencia del PT frente a los gobiernos y mandatos parlamentarios, además de su larga historia de activismo en los movimientos sociales, es un sinfín muy rico de experiencias.

Mientras tanto, tal vez lo más importante es reflexionar por qué motivos un partido con tanta experiencia, poder social y político terminó siendo apartado del gobierno y sufre hoy una brutal persecución.

El Partido de los Trabajadores convocó, para abril de 2017, un Congreso Nacional donde se hará una evaluación de estos motivos.

EL DESAFIO DE LAS IZQUIERDAS

En 1998, el comandante Hugo Chávez Frías ganó las elecciones presidenciales en Venezuela. En 2002, Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones presidenciales en Brasil. Luego ocurrieron las victorias en Argentina, de Néstor Kirchner (2003) y de Cristina Kirchner (2007 y 2011); en Uruguay, de Tabaré Vásquez (2004 y 2014) y de Pepe Mujica (2009); en Bolivia, de Evo Morales (2005, 2009 y 2014); en Ecuador, de Rafael Correa (2006, 2009 y 2013); en Paraguay, de Fernando Lugo (2008); en Honduras, de Manuel Zelaya (2005); en Chile, de Michelle Bachelet (2005 y 2013); en El Salvador, de Mauricio Funes (2009) y de Salvador Sánchez Cerén (2014); en Nicaragua, de Daniel Ortega (2006, 2011 y 2016); en Brasil, de Dilma Rousseff (2010 y 2014); en Venezuela, de Hugo Chávez (1998, 2000, 2006 y 2012) y de Nicolás Maduro (2013).

Estas victorias electorales cambiaron el escenario político, no solo en cada país donde ocurrieron, sino también en América Latina y el Caribe. Ejemplos de ello son la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).

Hoy sabemos que estas victorias fueron muy importantes, pero no fueron lo suficiente para imponer una derrota definitiva a las fuerzas oligárquicas, neoliberales, capitalistas, de derecha. Ocurrieron golpes de Estado de un nuevo tipo en Honduras (2009), en Paraguay (2012) y en Brasil (2016). En Argentina, la derecha ganó las elecciones presidenciales en noviembre de 2015. En diciembre de 2015, la derecha obtuvo mayoría en la Asamblea Nacional de Venezuela. En Bolivia, la oposición ganó el plebiscito realizado en febrero de 2016.

Los golpes de Estado y las victorias electorales de la derecha tienen como objetivo hacer a América Latina y el Caribe volver a una situación parecida a la que había antes de 1998, cuando en toda la región solo la República de Cuba era dirigida por un partido de izquierda.

Sin embargo, las victorias de la derecha no son inevitables, y los gobiernos de la derecha no son invencibles. Por esta razón, nuestros militantes deben estudiar con atención las experiencias en las que la izquierda ganó los gobiernos nacionales, aprendiendo de los aciertos y también de los errores.

A continuación están algunas ideas que nos gustaría debatir:

La lucha electoral tiene leyes

La lucha política, la lucha social, la lucha armada, cada una de estas formas de lucha tiene sus leyes. Lo mismo pasa con la lucha electoral y con el ejercicio de gobiernos. Los militantes de un partido que quiere ganar las elecciones deben estudiar las experiencias y conocer estas leyes. Solamente así se sabrá definir correctamente la táctica electoral, la elección de las candidaturas y fórmulas electorales, la propaganda electoral en los medios y en las calles, el papel de los liderazgos electorales, el rol de los partidos y de los movimientos sociales en los procesos electorales, entre otros.

Tener el gobierno no es tener el poder

Cuando ganamos las elecciones, los poderes fácticos siguen en manos de quien siempre fue la clase dominante. Por lo tanto, es esencial construir, desde que se está en la oposición, las herramientas para tener el poder. Y una de estas herramientas es una poderosa red de medios de comunicación - periódicos, revistas, editoriales, redes sociales, sitios web, radio y televisión.

Proyecto y coherencia

Nunca se debe engañar al pueblo diciendo una cosa en campaña electoral y haciendo otra en el gobierno. De lo contrario, los que votaron por nosotros hoy, mañana pueden votar en contra. Y las fuerzas oligarcas no esperan nuevas elecciones para derrocar a un gobierno que no tiene suficiente apoyo popular. Motivo por el cual quien está en el gobierno debe mantener fuertes relaciones con los partidos, con los movimientos sociales y los votantes que ayudaron a elegirlo

Funcionamiento de la economía

Tanto en Brasil, como en Argentina y Venezuela, los problemas económicos fueron fundamentales para decidir el resultado de las elecciones. Partidos bien organizados y con larga historia pierden las elecciones, si la mayoría de la población los culpa por sus dificultades cotidianas.

Adversarios y enemigos

No se debe confundir a los adversarios con los enemigos. Los adversarios  quieren derrotar, los enemigos pretenden destruir. Y nunca se debe subestimar a los enemigos, ni los que actúan dentro el país, y mucho menos los que actúan desde fuera.

Elección y Transformación

La transformación social mediante la disputa electoral no se produce solo con la elección de presidentes. Las transformaciones en la estructura del Estado solo son posibles con el apoyo popular y las elecciones parlamentarias que dan apoyo a proyectos de izquierda, ya sea en apoyo al gobierno o en los cambios constitucionales para ampliar los límites de la democracia.

Equilibrio permanente

Una vez que se obtiene la victoria, hay muchos conflictos entre el presidente, el gobierno, los partidos y los movimientos. En la fase de lucha para ganar las elecciones, esta relación es más fácil: por un lado está el gobierno que debe ser derrotado; del lado contrario están los candidatos, los partidos y los movimientos de la oposición, que quieren ganar las elecciones. Pero después de la victoria, es común que ocurran conflictos entre las fuerzas que vencieron las elecciones.

Estos conflictos ocurrieron en todas partes, con diferentes tipos de movimientos sociales, con diferentes tipos de partidos, con diferentes tipos de gobierno y con diferentes líderes.

Por lo tanto, es un tema que debe ser estudiado con mucho cuidado por los militantes, no con la intención utópica de evitar que este tipo de conflictos ocurran, sino con el objetivo de que estos conflictos inevitables no tengan como resultado nuestra derrota.

El poder popular

Las élites no son democráticas. Hablan de democracia, hablan de elecciones, pero siempre serán oligárquicas y golpistas. Para garantizar la democracia y la verdad de las urnas, es necesaria la construcción de un fuerte poder popular.

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